Con esta idea que ronda continuamente nuestras cabezas llegamos a la conclusión de que existían dos premisas clave a la hora de intentar gestionar un cambio en la práctica clínica:
- Los profesionales han de verlo muy claro, es decir, que la intervención que fuésemos a llevar a cabo no debía generar dudas o al menos las mínimas posibles.
- Actuar sobre los responsables últimos del cambio, por tanto, que la intervención tendría que dirigirse a las personas que fuesen las principales responsables del manejo de la situación y que la toma de decisiones estuviese mínimamente perturbada por otras personas que no fuesen, en este caso, el médico de familia.
¿Qué hicimos?
Cinco partes: Elaboración de argumentos, creación herramienta informática, emisión de listados, revisión protocolizada y asesoramiento individual.
Lo primero fue organizar un equipo de profesionales sanitarios constituido por farmacéuticos de atención primaria, médicos de familia e informáticos. Los profesionales sanitarios fuimos determinando qué personas en prevención primaria de una enfermedad cardiovascular se benefician más de un tratamiento con hipolipemiantes, concretamente con una estatina. Según innumerables recomendaciones serían aquellos pacientes con riesgo cardiovascular elevado. Para justificar este mensaje, se elaboró una sesión clínica de una hora y media de duración.
Tras la elaboración de la parte formativa se desarrolló una herramienta informática disponible en la historia de salud de los pacientes, que ayudaba al facultativo a la toma de decisiones con respecto a la instauración del tratamiento hipolipemiante en un paciente concreto.
En un tercer paso, el servicio de farmacia de atención primaria identificó, en la base de datos de recetas facturadas, a todos los pacientes de cada cupo médico que tuviesen las siguientes características: menores de 60 años, sin antidiabéticos, ni antiagregantes plaquetarios, ni anticoagulantes y que fuesen consumidores de una estatina. Con este criterio, estábamos ofreciéndoles a los médicos los pacientes de su cupo que consumían estatinas y que, de entrada, podrían ser de bajo riesgo cardiovascular y no necesitarla.
En cuanto a la protocolización de la revisión, consistía en realizar cuatro pasos:
- Calcular el RCV. La nueva herramienta les iba a ayudar notablemente.
- Comprobar si era necesaria la estatina y en caso afirmativo si se podía bajar la dosis.
- Indicar qué objetivo se estaban marcando en ese paciente concreto.
- Indicar qué tiempo se estaban marcando para conseguir ese objetivo.
Toda la intervención para realizar la revisión basada en formación, utilización de herramienta informática, revisión de los listados y asesoramiento farmacéutico, estaba acotada con un tiempo de duración de dos meses.
Nuestra intervención la realizamos en el área de Gestión Sanitaria Norte de Cádiz sobre los 243 médicos de atención primaria. Para conocer los resultados, comparamos los datos entre marzo de 2013 y abril de 2014. En cada uno de estos dos meses se identificaron a 22.748 y 13.409 pacientes, respectivamente, reducción del 41% de pacientes en tratamiento con estatinas.
En cuanto a la tasa de consumo total de estatinas, mientras que Andalucía crecía, nosotros la reducíamos medida como Nº DDD por mil tarjetas ajustadas (TAFE) y día.
Nuestra percepción es que esta estrategia, centrada en una intervención con gran evidencia, de manejo prioritario por el médico de familia, en un equipo multidisciplinar, con apoyo informático y acotada en el tiempo, nos está proporcionando nuestros mejores resultados. Y esto no nos ha ocurrido sólo en el mundo de los hipolipemiantes, ya que a nivel de los inhibidores de la bomba de protones nos ha sucedido lo mismo aplicando la misma metodología de intervención, pero como decía Michael Ende en su libro “La historia interminable”, “esa es otra historia y tendrá que ser contada en otra ocasión”.
Entrada elaborada por Jesús F Sierra-Sánchez y José Luis Castro Campos
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