Por el momento, los datos del balance relacionado con la administración de esta vacuna confirman la ausencia de efectos secundarios alarmantes: los daños autoinmunes y neurológicos no son más frecuentes que en la población general, y el riesgo de trombosis no parece aumentado en comparación al resto de la población de la misma edad. Además, otros efectos adversos en ocasiones reportados, como síncope, infecciones o síndromes de dolor complejo, parecen más relacionados con el proceso de vacunación que con la vacuna en sí misma.
Las
vacunas del virus del papiloma humano han sido objeto de multitud de
análisis. Los datos actuales confirman que no existen señales alarmantes
relacionadas con las vacuna contra el VPH 6,11,16,18, aunque también es
cierto que en el caso de las vacunas 16 y 18, que en su formulación
presentan un adyuvante lipídico, los datos de los que se dispone son
menos numerosos.
Los efectos secundarios conocidos más
comunes son dolor o reacciones inflamatorias conocidas en el lugar de la
inyección, dolor de cabeza, fiebre, malestar general y síntomas
similares a la gripe como por ejemplo dolor musculoesquelético. De forma
mayoritaria estos síntomas tienden a desaparecer espontáneamente. Entre
otras reacciones adversas que se han tratado de asociar en un momento u
otro con la aplicación de esta vacuna se encuentran la presencia de
síncope, infecciones cutáneas, situaciones de choque anafiláctico, de
enfermedades autoinmunes, efectos tromboembólicos, fatiga crónica e
incluso la muerte.
La aparición de síncope (desmayo) tras
la administración de cualquier vacuna es un fenómeno conocido que afecta
principalmente a adolescentes y adultos jóvenes. La causa es una
reacción vasovagal benigna que, sin embargo, puede resultar en lesiones
como consecuencia de una caída tras la pérdida de consciencia. El
síncope parece estar relacionado con el proceso de aplicación de la
vacuna más que con la vacuna en sí misma. Como medida de precaución, se
recomienda sentar o acostar a las niñas durante y después de la
inyección y monitorizar su estado general durante al menos 15 minutos.
Las presencia de infecciones cutáneas, localizadas en la zona de
inyección que ocurre en los primeros días tras la aplicación, también se
consideran relacionadas con el proceso de administración de la vacuna y
no son exclusivas de la vacuna del VPH. Casos relacionados con la
presencia de síndrome doloroso complejo han reportado situaciones de
sensación de ardor, dolor en el brazo y el antebrazo, entumecimiento,
parestesias e incluso parálisis del brazo en el que se realizó la
inyección. La empresa comercializadora de la vacuna también informó de
pacientes con diversos dolores (espalda, cuello, músculo-esquelético).
Después de seleccionar y analizar datos de 25 casos de síndrome de dolor
complejo que se asociaron cronológicamente con la vacunación, se
concluyó que guardaban también relación con el proceso de
administración. Por lo que refiere a las notificaciones shock
anafiláctico grave, estas son similares a las relacionadas con el uso de
otras vacunas comúnmente utilizadas en los mismos grupos de edad.
El hecho que se hayan reportado casos de
enfermedades autoinmunes como esclerosis múltiple y, principalmente,
inflamación del sistema nervioso central, han sido la causa de que se
hayan realizado diferentes estudios epidemiológicos diseñados de forma
específica para comparar la incidencia de ataques autoinmunes en los
individuos vacunados en comparación con lo que cabe esperar en el mismo
grupo de edad del resto de la población. Los resultados de todos ellos
indican que la presencia de enfermedades neurológicas o autoinmunes no
son más frecuentes en los individuos vacunados. También se han realizado
diversos estudios epidemiológicos a gran escala para detectar la
posible relación entre la vacuna y efectos tromboembólicos o incidencia
de fatiga crónica (principalmente en este último caso para las formas 16
y 18 de la vacuna), que tampoco han mostrado ningún aumento del riesgo
en comparación con la población general de la misma edad. Diversas
fuentes han informado también de muertes tras la vacunación contra el
virus del papiloma, pero el análisis de estos casos, a menudo no muy
detallados (como por ejemplo tiempo desconocido entre la vacunación y la
muerte) no han encontrado señal significativa que lleve a considerar
que estas muertes puedan ser debidas a la vacunación.
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