Los países occidentales con los sistemas sanitarios más eficaces y
eficientes disponen de una atención primaria fuerte, que vertebra los
servicios de salud en torno a ella promoviendo el trabajo en equipo,
multidisciplinario, facilitando la capacidad de gestión que se
transfiere a los equipos mediante autonomía de gestión o gestión
autónoma, de manera que esta, la atención primaria, sea la puerta de
entrada al sistema, y ofreciendo una amplia cartera de servicios en este
nivel. Pero pese a existir un consenso internacional, las políticas y
la planificación sanitarias no se mueven con frecuencia en este sentido y
frecuentemente, en nuestro entorno, lo recomendable choca de frente con
intereses diversos que impiden su adecuado desarrollo.
Algo semejante sucede con los diferentes modelos organizativos entre
profesionales de un centro de salud. Tradicionalmente, los equipos de
atención primaria se han organizado en miniequipos de trabajo
denominados coloquialmente por su acrónimo UBA (unidad básica
asistencial). Esta es una forma de organización en la que se emparejan
un médico y una enfermera para dar atención a un grupo de ciudadanos del
territorio asignado, conocido como “cupo”. Esto es, un miniequipo
dentro de un equipo que se encarga fundamentalmente de “cuidar” a las
personas que tiene asignadas, colaborando ocasionalmente con las otras
UBA del equipo de atención primaria (EAP). Algunos defienden que la
longitudinalidad de la atención primaria se da gracias a la UBA, pero
esto no es así pues lo que garantiza la longitudinalidad es el trabajo
en equipo, porque cuando el profesional referente no está (vacaciones,
formación, enfermedad…) es el equipo bien coordinado el que sigue dando
respuesta a las necesidades del paciente.
Con frecuencia, las UBA han sido comparadas con los matrimonios, ya que
con frecuencia, las parejas entre facultativos y enfermeras lo parecen
(en el ámbito profesional) por la estrecha interrelación existente en el
manejo de los pacientes asignados compartidos. Y, como en todos los
“matrimonios”, algunas UBA funcionan y son muy felices realizando su
trabajo, pero otras no funcionan. En este punto, la gestión del
conflicto es muy difícil y la reasignación de una nueva pareja de
trabajo es a menudo muy compleja.
Desde el punto de vista del trabajo en equipo, la UBA, a pesar de ser la
forma de trabajo favorita de muchos profesionales sanitarios de los
EAP, es un mal método para fomentarlo puesto que favorece el trabajo
individualizado con minipactos entre pares. Y con frecuencia esta
organización es la razón por la que se habla de “mis” y “sus”, en vez de
“nuestros” pacientes, que es lo que correspondería, pues la unidad
territorial asistencial es el “equipo” de atención primaria, al que por
razones organizativas y según disponibilidad posteriormente se asignan
médico y enfermera, como profesionales referentes.
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