viernes, 21 de septiembre de 2018

GC Varela. Mi UBA no funciona, pero por favor no me la toque.

Los países occidentales con los sistemas sanitarios más eficaces y eficientes disponen de una atención primaria fuerte, que vertebra los servicios de salud en torno a ella promoviendo el trabajo en equipo, multidisciplinario, facilitando la capacidad de gestión que se transfiere a los equipos mediante autonomía de gestión o gestión autónoma, de manera que esta, la atención primaria, sea la puerta de entrada al sistema, y ofreciendo una amplia cartera de servicios en este nivel. Pero pese a existir un consenso internacional, las políticas y la planificación sanitarias no se mueven con frecuencia en este sentido y frecuentemente, en nuestro entorno, lo recomendable choca de frente con intereses diversos que impiden su adecuado desarrollo.
Algo semejante sucede con los diferentes modelos organizativos entre profesionales de un centro de salud. Tradicionalmente, los equipos de atención primaria se han organizado en miniequipos de trabajo denominados coloquialmente por su acrónimo UBA (unidad básica asistencial). Esta es una forma de organización en la que se emparejan un médico y una enfermera para dar atención a un grupo de ciudadanos del territorio asignado, conocido como “cupo”. Esto es, un miniequipo dentro de un equipo que se encarga fundamentalmente de “cuidar” a las personas que tiene asignadas, colaborando ocasionalmente con las otras UBA del equipo de atención primaria (EAP). Algunos defienden que la longitudinalidad de la atención primaria se da gracias a la UBA, pero esto no es así pues lo que garantiza la longitudinalidad es el trabajo en equipo, porque cuando el profesional referente no está (vacaciones, formación, enfermedad…) es el equipo bien coordinado el que sigue dando respuesta a las necesidades del paciente.
Con frecuencia, las UBA han sido comparadas con los matrimonios, ya que con frecuencia, las parejas entre facultativos y enfermeras lo parecen (en el ámbito profesional) por la estrecha interrelación existente en el manejo de los pacientes asignados compartidos. Y, como en todos los “matrimonios”, algunas UBA funcionan y son muy felices realizando su trabajo, pero otras no funcionan. En este punto, la gestión del conflicto es muy difícil y la reasignación de una nueva pareja de trabajo es a menudo muy compleja.
Desde el punto de vista del trabajo en equipo, la UBA, a pesar de ser la forma de trabajo favorita de muchos profesionales sanitarios de los EAP, es un mal método para fomentarlo puesto que favorece el trabajo individualizado con minipactos entre pares. Y con frecuencia esta organización es la razón por la que se habla de “mis” y “sus”, en vez de “nuestros” pacientes, que es lo que correspondería, pues la unidad territorial asistencial es el “equipo” de atención primaria, al que por razones organizativas y según disponibilidad posteriormente se asignan médico y enfermera, como profesionales referentes.

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